Es común en nuestros días encontrarse con la disyuntiva de tener que elegir a un productor musical para grabar nuestro proyecto o autoproducirse uno mismo. Lejos quedan los tiempos en los que las bandas tenían que pisar necesariamente un estudio de grabación profesional, y es que hoy en día cualquiera puede hacerse con muy buen material de grabación y montar su propio “home studio” para llevar a cabo todos los procesos necesarios para obtener un resultado casi óptimo. En síntesis, esos procesos son: grabación, mezcla y mástering.
El viaje, a decir verdad, empieza mucho antes del mencionado primer paso, el de la grabación. La historia de una canción empieza cuando el autor decide qué instrumentación utilizará y quiénes serán los encargados de tocar esos instrumentos. Y continúa en el momento en el que se decide empezar a ensayar y a dar forma a esa pequeña obra de arte. Cada uno de estos movimientos afecta directamente al resultado final y cada decisión queda marcada en el alma de la obra. De manera que no es lo mismo escribirle un arreglo de cuerda que un arreglo de metales, y tampoco es lo mismo añadir unos coros que añadirle algún efecto sonoro, ya que el estilo, la velocidad y el ambiente a conseguir van unidos a cada tipo de sonoridad en concreto.
Luego sí, llega el momento de colocar los micrófonos y empezar a grabar. La luz roja se enciende. También ahí existe la magia. El instrumento, el instrumentista y la mejor relación de micrófono y previo. Pero no olvidemos que lo más importante es la interpretación, ya que una inmejorable elección de material técnico de poco sirve cuando el intérprete no se siente como en casa a la hora de expresar lo que lleva dentro. Quien realmente sabe de esto, hace por crearse su propio ambiente en la sala de grabación, haciéndola suya, ya que todos sabemos que, si uno se siente como en casa, seguro que dará lo mejor de si.
Más adelante llegan los siguientes pasos, los ya nombrados “mezcla” y “mastering”. Dos nuevos mundos en los que también cada decisión tomada añade o quita cordura al resultado final del producto. Mundos en los que vale la pena obtener referencias de músicas a las que nos queramos asemejar, ya que fácilmente el barco puede irse por mares que no eran los que inicialmente deseábamos, debido al cúmulo de diferentes posibilidades que existen ahí fuera a nivel sonoro y estilístico.
Si uno es el autor de su propia música y pretende llevar a cabo la tarea de grabación, mezcla y mástering de su propio trabajo musical, debe tener muy claro lo que quiere a todos los niveles y también debe estar dispuesto a expandir su mente para saber colocarse en el papel adecuado en todo momento. En la mayoría de los casos acaba siendo una labor ardua y complicada, ya que el propio autor tan solo debería dedicarse a interpretar su música sin que se interpongan elementos externos.
El papel del Productor Musical es justamente ese, liberar de esa carga al autor de la música y a todos lo miembros de la banda en el proceso creativo, encargándose de todas esas otras tareas musicales y extramusicales. Un buen Productor Musical es como un buen sastre, debe saber escuchar a su cliente y descifrar qué tipo de tela le sentará mejor y qué corte será el más adecuado para él, olvidándose de lo que él mismo cree mejor según su punto de vista. No solo eso, sino que también debe entender que, al fin y al cabo, hay algo más importante que la palabra del cliente. Lo que realmente impera y manda en una producción musical son las propias canciones. Durante el proceso de creación de un álbum subyace la tenue voz de la propia canción, hablándonos en todo momento y diciéndonos qué es lo que quiere y qué es lo que necesita para dar lo mejor de sí misma. Tan solo hay que estar muy atento y dejar que sea la propia la canción la que nos guíe.
En más de una ocasión me he encontrado con grandes profesionales de la producción musical frente a clientes enfadados. Resultó que los arreglos compuestos especialmente para sus canciones son dignos de ceremonia de los Óscars, pero el productor no entendió que eso no era lo que su cliente deseaba. A veces, menos es más. Aunque a veces, más, también es necesario.
Nunca nadie dijo que ser un buen productor fuese fácil. Por eso es tan complicado realmente encontrar buenos y auténticos productores que lleven años de experiencia y sepan hacer su trabajo con cariño, amor y dedicación. Por suerte y gracias a los tiempos que corren, cada vez hay mejores profesionales en el sector. Y esas son buenas noticias.
Pau Sastre