1.- Invertir en material barato.
Por mucho que la tecnología haya avanzado espectacularmente, el material con el que trabajas es de vital importancia. Básicamente, no puedes pretender llegar a competir con los grandes productores del mercado cuando el material con el que cuentas es de calidad media o baja. Por muy bueno que seas utilizando tu “home studio” y tu programa DAW (ya sea ProTools, Cubase, Ableton Live o Logic o cualquier otro), si los previos de micrófono, conversores y micrófonos que usas son mediocres, el resultado también lo será.
Evidentemente, todo depende de las expectativas que uno tenga a la hora de presentar sus mezclas al mercado. Si lo que uno quiere es simplemente “sonar bien”, pues quizás ya sea suficiente con un material medio o básico. Pero si lo que realmente quieres es marcara una diferencia, la inversión en material es fundamental. En la mayoría de los casos vale más tener poco material, pero muy bueno, que mucho y de poca calidad. En este caso se aplica la sabia regla del “menos es más”, de la que hablaremos más adelante.
En resumen, la calidad del material que tengas en tu estudio hablará por si solo cuando la gente lo escuche reflejado en tus mezclas, por muy hábil que seas utilizando tus máquinas. Menos material de alta calidad es mucho mejor que mucho material mediocre.
2.- No equiparar las tres fases: grabación-mezcla-mastering.
En toda producción musical existen estas tres fases, bien definidas. Primero se recoge el sonido, luego se procesa dentro de algún soporte digital o analógico y por último se masteriza, llevándolo a su máximo exponente. Otro de los errores más frecuentes en producción musical es no equiparar esos tres procesos. En muchas ocasiones sucede que el presupuesto de una producción se vierte casi enteramente en la grabación, dejando a un lado la mezcla y el mastering. O quizás se invierta gran parte del mismo en la grabación y mezcla y luego el mastering se olvida.
Siempre deberíamos darle la misma importancia a estas tres fases por igual. No tiene ningún sentido acudir al mejor estudio de grabación para grabar nuestras bases si luego la mezcla se va a hacer de cualquier manera deprisa y corriendo. Tampoco podemos pretender realizar la mejor mezcla cuando hemos grabado nuestros instrumentos con previos baratos o micrófonos de dudosa gama.
Para que una producción musical acabe teniendo éxito es necesario poner atención en las tres fases por igual. Tanto la grabación, como la mezcla como el mastering deben ser tratados con la misma atención, mimo y cariño.
3.- Menos es más.
En general, por lo que hace a la producción musical, este tópico funciona. Tendemos a sobre-producir cuando añadimos capas y capas de instrumentos o sonidos en una producción. La experiencia me dice que las mejores mezclas, incluso los mejores arreglos musicales son los que aprovechan al máximo todos los componentes y hacen que todos acaben encajando en el espacio-tiempo.
Menos es más, en nuestro caso, significa que es mejor sacarle todo el partido a los componentes grabados que sumar más y más frecuencias a una mezcla ya saturada. Si nos fijamos en las grabaciones que nos gustan seguramente comprobemos que esta regla se cumple. El hecho de añadir por añadir siempre empobrece un arreglo o una mezcla.
4.- Acertar con el arreglo musical adecuado.
El arreglo musical perfecto para una canción no es siempre el primero que nos viene a la cabeza. Como en otras ocasiones he comentado, cada canción pide un cierto arreglo en concreto, pero hay que saber escuchar qué pide la canción, qué traje necesita esa obra para que acabe brillando al máximo con todo su potencial.
Un error común es forzar el arreglo para una canción. La mayoría de las veces acabamos usando “plantillas mentales” preestablecidas para las canciones que tenemos que producir. O simplemente adecuamos la canción a la banda que finalmente tiene que tocarla. Pero en realidad cada canción pide un vestido diferente, un traje que debe ser diseñado exclusivamente, en este caso, por nosotros los productores musicales o arreglistas.
Un ejemplo claro sería el mítico tema “Eleanor Rigby” de los Beatles, incluido en su álbum Revolver. Hoy en día nadie pondría en duda el doble cuarteto de cuerdas arreglado por George Martin para la ocasión, ya que han pasado más de 50 años. Pero cierto es que pocos productores o arreglistas pensarían hoy en día en esa instrumentación para un tema pop. Las modas, los estilos y las tendencias acaban afectando directamente a las propias canciones. Por eso, a la hora de mezclar y arreglar hay que ser arriesgados y libres.
5.- El cliente siempre tiene la razón.
Como productores musicales debemos saber qué ronda por la cabeza de nuestros clientes. De hecho, tenemos que saber inmiscuirnos en su pantalla mental para averiguar qué oyen ellos dentro de su mente. Estoy cansado de escuchar a clientes que me explican siempre la misma historia.: Estuve en un estudio en el que el productor era una eminencia, pero no logró plasmar el sonido que yo tenía en la cabeza para mi canción.
No debemos subestimar al cliente, ya que dentro de su imaginario ya oye lo que desea oír. Y es tarea nuestra saber cómo quiere que su disco acabe sonando.
Así pues, convirtámonos en excelentes productores musicales escuchando primero lo que el cliente tiene que decirnos. Diferente sería el caso en el que el cliente nos diera rienda suelta a la hora de arreglar y producir, pero igualmente debemos aprender a hacerle las preguntas correctas: ¿Cómo te imaginas esta canción cuando esté acabada? ¿Qué oyes aquí? ¿A qué quieres que se parezca esta canción? Solo realizando las preguntas correctas acabaremos haciendo un trabajo excelente y ese cliente querrá volver a trabajar con nosotros.
Pau Sastre